martes, 17 de julio de 2012

CRÍTICA LITERARIA. PRÓLOGOS.

            1. DESDE EL FONDO DE SI MISMA. (A "De pleno movimiento",  de Elisa   Bonato.)

   2. UN CRUCE DE PUENTE. (A "El puente",  de Silvia Blanco.)



 




DESDE EL FONDO DE SÍ MISMA

PRÓLOGO  A DE PLENO MOVIMIENTO

DE ELISA BONATO

Verso claro, verso oscuro:
no entiendo la diferencia
sino como una igualdad.

Porque si vale es seguro
que quema la transparencia
o quema su oscuridad.
                  
              JORGE VOCOS LESCANO




Cuando uno escribe un Prólogo, lo hace como servicio. Como decía un escritor español: por si sirve. Tal vez, más que Prólogo, debiera ser Epílogo, porque –a mi parecer- lo primero consiste en leer el poemario y después, si se cree conveniente, en cotejar las impresiones personales con las de ese lector privilegiado, pero no por eso el mejor, que es el prologuista.
Este lector –les adelanto- cree que vale -y mucho- este poemario que supera las expectativas de una primera obra.  Elisa Bonato es ciertamente poeta y su escritura condice con la más auténticamente  contemporánea.
Solo por si sirve, les transcribo algunas aproximaciones a la poética de De pleno movimiento.

Verso claro, verso oscuro. He elegido el poema de Vocos Lescano –aunque de otra estética- por considerarlo de introducción oportuna y justa para esta nueva obra poética: por la existencia de versos de una y otra condición y por la decisiva cuestión del valor de esta poesía, en la que no se nos describe por lógicas semejanzas una serie de vivencias, sino por las impresiones que las mismas han provocado en la imaginación creadora. ¿Acaso, para adelantar ya un ejemplo, el lector no ha sentido más de una vez que caía y caía en espiral, o no lo ha soñado? Advierta, entonces, cómo lo hace esta voz en el poema 17: Bajo en espiral y empezará –tal vez- a sintonizar admiradamente. La poesía busca expresar artísticamente “los sedimentos más íntimos de nosotros mismos” y esto implica transformar la realidad. ¿Qué importancia tiene, por ejemplo en el poema 2: Un espacio infinito, saber qué música era la escuchada o si existió o no tal melodía? Lo que cuenta es si el poema nos hace llegar o no la soledad del hombre en el universo. Es que un buen poeta, expresándose, expresa también al otro, al futuro lector, al hombre.
Una poesía amorosa contemporánea. Buena parte de los poemas –tal vez el núcleo más originario de todo el poemario- pertenece a lo amoroso. Así lo sugiere la presencia de un tú receptor de tal naturaleza. Pero el tratamiento de las diversas circunstancias de esa relación nada tiene que ver con la efusión romántica del siglo XIX, continuada, en muchos casos, sin interrupción y sin novedad ninguna. ¿Cómo va a ser nuevo lo viejo? Aunque en algunos poemas la expresión, por ejemplo en el poema 7: Hay una sombra entre nosotros, se nos antoje conocida, el lector se encontrará con la sugerente sorpresa del verso final. El poeta debe romper creativamente la rutina del lenguaje.
Las imágenes. La poeta hace uso de imágenes arquetípicas de lo soñado o de lo imaginario, pero renacidas en otras situaciones o motivos, siempre venidos desde adentro. A veces, para indicar como los impedimentos de una realización: el hilo enredado, la cerca, las ramas que asfixian, la red. En otras, algo así como un sucesivo bestiario que la acosa y perturba: serpientes, lobo, hienas, costado abichado, pájaros negros, bestias y hasta el diablo. Incluso no faltan alusiones a la inhibición, a las tentaciones, a lo prohibido: <aunque muero>, <sí. Pero no llamo>, <sin morder la manzana>. Vea el lector el poema 11: Estoy entre este y el otro. No es el caso del poema 12: No hay piel de cordero, donde el animal a rayas de la pintura muestra una condición positiva, hasta de enfrentamiento o defensa, acaso de aspereza. Y mucho menos, el de las figuras reales y protectoras, idealizadas: la abuela, la madre.
Lo par y lo impar. En el poema 14, el de la Farolera, se lee: Sería que me gustan los impares (no debe olvidarse el uso condicional del verbo). Y, en uno anterior, el 9: Nunca hubo un Plan B, pareciera que hasta se da un fundamento cósmico; no son dos la (¿planta?) del principio, la del fin; el todo es Uno. Sin embargo, el poema inicial, al tapar el canto oscuro (¿lo logra?) y cantar, apuntaría, al igual que el último poema, el 21: hay dos momentos de pleno movimiento- al número par. Hay más, véase por ejemplo, el poema 5: Siempre viene esa otra. Hasta los comienzos de hay/no hay de algunos poemas y el más humana, más lenta, volviendo al poema final, sin olvidarnos del poema inicial dividido en dos: canto tapado y canto –el del movimiento de arriba hacia abajo, de lo péndulo y convexo (con que, dice) lleno mis días. Y no hay contradicción: el pleno movimiento y el lleno mis días no son plenitudes, son maneras de ocupar un vacío. Lo mismo ocurre con el dos amoroso: no alcanza la suma que da uno (tampoco el yo poético), la impar unidad. El impar de a dos –como deseo-  ya no sería, es –creo- la fuerza motora del movimiento anímico de la puja, de las  imágenes y figuras más potentes de este poemario.

En síntesis. En esta primera obra de Elisa Bonato encontrará -el lector- una poesía en la que la fantasía reelabora creativamente las emociones, intuiciones o estados anímicos, transformándolos -con lenguaje de llana exigencia y estructuras de concertada tensión- en originales figuraciones o visiones. Como afirmarfa Kovadloff de los poetas: El poema lo <la> faculta para entablar con sus emociones una relación inusual. En tan decidida voluntad de expresarse -diciendo o balbuciendo poéticamente momenos intrasferibles de un alma- reside la riqueza individual y univer de De pleno movimiento.

En esta complejidad –espejo de lo humano- bellamente expresada, habita la riqueza de De pleno movimiento. ¿Cuánto ha logrado Elisa Bonato  de lo que más apreciaba el gran Horacio Castillo en un poeta? Que escriba desde el fondo de sí mismo y con el asombro de quien descubre una ciudad enterrada.

                                            Alfredo Jorge Maxit



UN CRUCE DE PUENTE

Prólogo a “El puente”
de Silvia Blanco

                                             
UN CRUCE DE PUENTE

Escribir puede ser una larga distracción y hasta una atenta distracción. Pero sólo cuando deja de serlo, cuando se rompe y sangra, se convierte en un aleatorio puente sobre el abismo.
                                                   ROBERTO JUARROZ. Casi razón, 52.

Silvia Blanco presenta su hacer artístico en una combinación de pinturas y palabras. Sería un equivocado atrevimiento que hablara de las primeras y no deja de significar un riesgo - aquí asumido, insuficientemente- el acercarme a sus poemas; o sea, a sus hechos verbales o lingüísticos (poiein significa hacer y los poemas son los resultados). La poesía es una abstracción que sólo se deja vislumbrar en los poemas.
Todo poetizar es un juego aleatorio, como suscribió Juarroz en la cita. Se trata de algo azaroso, producto –para decirlo de algún modo- de un extraño don que impele a expresarse y de una voluntad de alcanzar lo oculto en el empuje. Habrá poesía, si el autor logra transmutar –como han dicho- los sedimentos profundos de su ser y, sin otro aditamento, llegar por ello, aunque no de la misma manera, a los sedimentos profundos del lector, el otro. Para esto es necesario que el escribir –vuelvo a Juarroz- levante, desde las orillas de voces, un puente sobre el misterio de lo humano y de lo existente. Si esto se da, andará la poesía los relámpagos de inasible vestidura.
Es gozo comprobar que lo requerido sucede en este poemario. Si bien algunos poemas son sutiles descripciones o inteligentes juegos, se trata siempre de una transformación de lo real, que pierde su referencia -incluso cuando asoma lo biográfico- para volverse sólo significado que habita sobre la expresión o significante. Esto ocurre sobre todo, en la búsqueda del ser de quien escribe. Y esa búsqueda no puede expresarse sino con palabras y precisa –lo mismo que la poesía- de la colaboración del otro: ¿qué sería de mí sin ti/ habitante de mi entorno?// sin ti/ no sabría quién soy (entorno 1). En la poesía, precisamente, está implícito el otro. No solamente como lector sino porque el otro está en la naturaleza humana. Lo que se dice, al hombre universal se dice.
La poeta lo trasluce en su metapoética en prosa (su palabra vuelta sobre su propia creación): cuando uno hace algo involucrando al otro <> ojalá haya podido acercarme a alguien por este camino <> entreví la importancia de un interlocutor <> lo pensé como un puente, esperando llegue a ser cruzado por otros<> (invitación al puente).
Como los lectores irán advirtiendo, esta poesía no se contenta con la fotografía ni con la aparente luz de superficie. Tampoco alza la voz ni deja ilusoriamente cerrado el poema. Es que, aunque a veces pareciera haber obtenido lo buscado, en realidad sabe de lo contrario: sé que no me puedo alcanzar/ y esa infinitud me atrae (breves). Y no existe misterio del ser sin la muerte adjunta: y hay un después eterno/ sin presencias/ imposible de asir <> comprende que es así/ inescrutablemente así/ sin más// la muerte (el niño).
Volviendo a los relámpagos, les transcribo el poema antes del mar, tal vez el de significación más velada. ¿Cuántas veces nos sentimos conmovidos e ignoramos por qué? Como se ha teorizado: si al leer o escuchar unos versos nos encontramos con la visión de un objeto, no con su reconocimiento, habremos dado con la poesía.

con brumas de secuestros y de pérdidas
más allá del recodo vespertino
me interné por estuarios policromos
de magias subjetivas

y concerté sus líneas en imágenes
y diseñé en palabras sus sonidos
y me impregné de limo
por llenarme de luz
          antes del mar

¿Quién no siente un “extrañamiento”, al percibir un yo impregnado de limo? Intento, con todo, un acercamiento; sólo eso.  Como antes del mar es título y también último verso, entiendo que la sustancia del poema está entre los versos previos, los que marcan el contraste brumas/luz. El agua corre o está entre los versos: probablemente en recodo, con claridad en estuarios y mezclada, en limo. Recodo vespertino y estuarios (desembocaduras) metaforizan la vida; más biográfica en secuestros y pérdidas, luego transmutada por magias subjetivas. Antes de dar al mar, el yo busca cambiar la niebla en luz. Para eso ordena sus líneas y bosqueja en palabras sus sonidos; o sea, proyecta poético -o creativo- su existir. El último acto, antes del mar o término, es el de procurar que su cuerpo –barro, materia, persona- se junte “con el poder de transformación de las aguas” para que, como en un bautismo, resulte distinta, iluminada criatura.  Pero el poema es más que este acercamiento, que otros. El  poema sólo se dice en el poema.
Este cruce de el puente ha intentado resaltar fragmentadamente el valor de una poesía que no es distracción; animar al lector hasta los últimos, originales  versos.

incierto es como el cielo nocturno
dibujado con astros del pasado  (presente)

                                                  Alfredo Jorge Maxit
                                                  Colón, agosto de 2011















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